Parte 2
HORA SANTA 24
de marzo de 2016, Jueves Santo
“Acompañando al Señor
en el Huerto de los Olivos”
Parroquia de Santa Ángela de la Cruz de Madrid
Ante la gravedad del pecado,
Dios responde con la plenitud del perdón.
La misericordia siempre será más
grande que cualquier pecado
y nadie podrá poner un límite
al amor de Dios que perdona. (Misericordiae Vultus)
![Cuadro de texto: LECTOR 4](file:///C:/Users/acer/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image002.gif)
Salmo 21:
Dios mío; ¿por qué me has abandonado?
A pesar de mis gritos, no acudes a
salvarme;
Dios mío, de día te llamo y tú no me
respondes,
de noche, y tú no me haces caso.
Dios mío; ¿por qué me has abandonado?
Mas yo soy un gusano, que no un
hombre,
vergüenza de los hombres,
escarnio de la plebe;
al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
-“Acudió al Señor, que lo ponga a
salvo.
Que lo libre si tanto lo quiere”.
Dios mío; ¿por qué me has abandonado?
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malechores
me taladran las manos y los pies
puedo contar mis huesos.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos,
fuerza mía, ven corriendo a
ayudarme.
Dios mío; ¿por qué me has abandonado?
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor alabadlo,
linaje de Jacob, glorificadlo,
temedlo linaje de Israel.
Dios mío; ¿por qué me has abandonado?
Los pobres comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
“Viva su corazón eternamente”.
El mundo entero recordará al Señor
y el Señor volverá;
lo adorarán postrados ante él,
todas las familias de los pueblos.
Dios mío; ¿por qué me has abandonado?
Mi descendencia servirá al Señor
y hablará de él a la generación
futura,
contará su justicia al pueblo
venidero:
“Todo
fue obra del Señor”.
Dios mío; ¿por qué me has abandonado?
CONFIANZA:
Es misteriosa la petición “que pase de mí este
cáliz” y es también misterioso el grito de Jesús en la cruz: “Dios mío, por qué
me has abandonado”. Este versículo del salmo que Jesús inicia sin fuerzas en la
cruz, cuando todo ya estaba cumplido.
Pero es sorprendente la confianza de Jesús en el Padre. En
el Huerto de los Olivos dirá: “¡Abba,
Padre!, todo te es posible” y el Salmo 21 concluye con un canto de
esperanza: “Mi descendencia servirá al
Señor y hablará de él a la generación futura, contará su justicia al pueblo
venidero: “Todo fue obra del Señor”. Jesús, consciente de que todo está
perdido, conoce que va a padecer hasta la muerte… y confía en Dios. Porque sabe
que no defrauda. Todo fue obra del Señor.
5.- “…pero no sea lo que yo quiero sino lo que quieras Tú”.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando
entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años; lo
que el Señor quiere prosperará por sus manos. Mi siervo justificará a muchos,
cargando con los crímenes de ellos (Is
53, 10-11)
ABANDONO EN LA VOLUNTAD DEL PADRE:
"Que no sea lo que yo
quiero sino lo que quieras Tú". La perspectiva de la Misericordia es reconocer a
Dios en todo lo que nos pasa, reconocer a Dios en los hermanos, reconocer a
Dios en oración. Como decía S. Juan de la Cruz de nuestra alma en el más profundo centro. Y admitir su voluntad en
nosotros. En Él vivimos, nos movemos y existimos… Todo es para el bien de los
que aman al Señor… No tengáis miedo; os
lo repito, no tengáis miedo…
Es la entrega de Jesús, amando hasta el extremo: acogiéndose
al amor del Padre, aceptando la voluntad del Padre y abandonándose en el Padre.
6.- Dios le concedió el
“nombre-sobre-todo-nombre”
“Mirad,
mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Asombrará a muchos pueblos:
ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo
inaudito. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida
como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años; lo que el Señor
quiere prosperará por sus manos. A causa de los trabajos de su alma, verá y se
hartará. Mi siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos.Por
eso le dará una parte entre los grandes, con los poderosos tendrá parte en los
despojos; porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores,
y él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores” (Is 52, 13. 15; 53, 10-12).
Eres
digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el
poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no
existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra.
Digno
es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la
sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. (Ap 4,11; 5,9.10.12).
7.- Acción de gracias y reconocimiento al
Señor. ¡Bendito y alabado seas, Señor! (acciones de
gracias espontáneas).
Oremos:
Señor Jesucristo,
Tú nos has
enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a
Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de
amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera
y a la Magdalena de buscar la felicidad
solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la
traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada uno de
nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si
conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre
invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el
perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y
glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de
debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en
la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se
sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos
a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de
gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la
Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y
oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por
intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas
con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
En solidaridad con los que sufren, abandonados plenamente a
Su voluntad y con toda confianza en la Misericordia de Dios, concluimos con las
palabras que el mismo Cristo nos enseñó:
Padre Nuestro que estás en el Cielo:
Santificado sea Tu Nombre.
Venga a nosotros Tu Reino.
Hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.
Canción final:
Manuel Marcos Ramón para oración y música
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