[Madre Teresa de Calcuta,
"La oración. Frescor de una fuente". Ed. PPC. Colección Sauce, 2000]
Sólo tenemos una oración, muy precisa, fundamental: Jesucristo mismo. No hay más que una voz que se levanta de la tierra al cielo: la de Jesucristo. Orar significa ante todo ser uno con Cristo.
Cuando llega el momento de orar y no conseguimos hacerlo, dejemos simplemente que Jesús ore al Padre en el silencio de nuestros corazones. Si no puedo hablar, Él hablará. Si no puedo orar, Él orará.
Tendríamos que decirnos a menudo: "Jesús está en mi corazón. Creo en la fidelidad de su amor por mí". Somos uno con Él y, cuando no tenemos nada que darle, démosle nuestra incapacidad. Pidamos a Jesús que ore por nosotros pues nadie conoce al Padre mejor que Él. Nadie puede orar mejor que Jesús. Él envía su Espíritu para que ore en nosotros pues no sabemos hacerlo como es debido.
Y si mi corazón está limpio, si en mi corazón Jesús está vivo, si mi corazón es un tabernáculo del Dios vivo, Jesús y yo somos uno. Como escribe San Pablo: "Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí".
Cristo ora en mí,
Cristo obra en mí,
Cristo piensa en mí,
Cristo mira con mis ojos,
Cristo habla con mis palabras.
Cristo trabaja con mis manos,
camina con mis pies,
ama con mi corazón.
Es muy importante saber que Cristo vive en nosotros, que su presencia está en nosotros, allí donde estemos. Tanto nos ama Dios que entregó a su Hijo, Jesús, y ahora nos da el amor: por lo que a nosotros respecta, démosle carta blanca. No se trata de renunciar a todo -eso no es lo importante- sino de ser compasión y presencia. Permitirle vivir su vida en nosotros es orar. Y cuanto más se lo permitimos, más llegamos a ser semejantes a Cristo.
La oración no es más que un total abandono, una total unidad con Cristo. Eso es lo que hace de nosotros seres contemplativos en el corazón del mundo; pues así estamos veinticuatro oras al día en su presencia con los hambrientos, con quienes no tienen vestido, quienes no tienen techo, quienes no son deseados, los no amados, quienes son rechazados. En efecto, Jesús dijo: "Lo que hacéis a los más pequeños de mis hermanos, a mí me lo hacéis".
Padre nuestro,
heme aquí, tu hijo,
a Tu disposición
para que Tú me utilices para que Tu Amor continúe en el mundo,
por el don de Jesús que Tú me das
y que a través de mí,
haces a cada uno de los demás
y al mundo.
Oremos los unos por los otros
para permitir a Jesús
amar en nosotros y a través de nosotros,
con el mismo amor con el Padre le ama.
Madre Teresa
[Manuel Marcos Ramón para 'oración y música']
No hay comentarios:
Publicar un comentario